domingo, 24 de marzo de 2013

Fracking: fracturando el suelo, ¿o nuestro futuro?

Desde hace unos meses han salpicado los medios de comunicación noticias sobre una técnica de extracción de gas natural que hasta el momento parecía desconocida para la mayoría de la población en España: la fracturación hidráulica o fracking. La mayor parte de estas noticias han estado originadas por grupos que han dado la voz de alarma de los supuestos peligros para la salud y el medio ambiente que podría entrañar esta técnica.


"El debate sobre el fracking llegó al gran público en 2011 cuando el entonces lehendakari vasco, Patxi López (PSE), anunció por todo lo alto que en Euskadi se había encontrado una reserva de gas pizarra equivalente a cinco veces el consumo anual de toda España. Su Ejecutivo respaldó el proyecto, llamado Gran Enara, a través de la sociedad pública Hidrocarburos de Euskadi. El Gobierno de Iñigo Urkullu (PNV) le puso freno nada más ganar las elecciones"

El Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas sacaba a la luz el 11 de marzo un informe sobre el fracking en el que se estimaba que la técnica, sujeta a una vigilancia adecuada, no suponía un riesgo grave. Sin embargo, en unas pocas horas se descubría que uno de los autores del informe, Fernando Pendás, tenía un conflicto de intereses al ser consejero y accionista de Vancast Exploración con participación en consorcios de prospección de petróleo y gas.

Parece que el gobierno español, de momento, no va a prohibir esta técnica y solo va añadirla a la lista de actuaciones que deben someterse obligatoriamente a una Evaluación de Impacto Ambiental, según El Pais del 16 de marzo. Sin embargo, el jueves 21 de marzo, la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento de Cantabria aprobaba el dictamen de la proposición de ley para prohibir el uso del fracking en dicha Comunidad Autónoma.

Adelanto que la mayor parte de la información sobre el fracking la he obtenido de la entrada de la Wikipedia en inglés al respecto, la cual a mi parecer está bastante bien documentada. Los entresijos de esta técnica son lo suficientemente complejos como para no poder explicarlo en profundidad en un post. Así que adelanto ya que esto es un brevísimo resumen de lo que hasta el momento he encontrado como más relevante. Seguramente habrá más en Muestra Aleatoria.

Básicamente el fracking es una técnica para extraer gas de yacimientos de los que no es fácil hacerlo mediante la inyección a presión de agua con una mezcla de sustancias que consigue producir grietas en la roca. Obviando que la quema de combustibles fósiles, como el gas natural, tiene evidencias incontestables ya de contribuir a la emisión de gases de efecto invernadero, la primera cuestión que se plantea es si esta técnica implica un riesgo directo para la población y el medio ambiente, si ese riesgo se puede asumir y si es controlable. Existen al menos dos indicios que justificarían una inicial preocupación: las sustancias inyectadas en el subsuelo y la posibilidad de provocar inestabilidades en el terreno.

Desde el comienzo de utilización del fracking en Estados Unidos entre finales del siglo XIX y principios del XX, las mezclas de sustancias en el fluido inyectado se han ido diversificando. De todos ellas existe una lista de 750 plasmada en un informe para el Congreso de Estados Unidos de 2011. Algunas de ellas se pueden encontrar en esta entrada de Wikipedia. Entre ellos encontramos amoniaco y varios compuestos derivados de él, acetona, queroseno, hidróxido de sodio (la sosa cáustica) y benceno, todos ellos potencialmente peligrosos para la salud y el medio ambiente por sí solos. Estos compuestos contaminantes y tóxicos inyectados en el subsuelo podrían alcanzar acuíferos de uso humano y contaminarlos. Sin embargo hay dos dudas respecto a este peligro. Por un lado, aunque estas sustancias son peligrosas por sí solas, podrían no serlo en la mezcla y al entrar en contacto con los compuestos de la roca donde se halla el gas. Para entenderlo mejor, el cloro y el sodio son elementos muy peligrosos que sin embargo al combinarse en el cloruro sódico, la sal común, son comestibles. Por otro lado, el grado de peligrosidad depende en gran parte en el nivel de disolución de estas sustancias, es decir, no es lo mismo beber un vaso con mitad de agua y mitad de amoniaco que un vaso lleno de agua con una gota de amoniaco. Aún con todas estas dudas, en Estados Unidos hay documentados ya varios casos de contaminación de acuíferos de uso humano cuyo origen más probable son las sustancias del fluido inyectado en el fracking, según evaluaciones de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA). Quizá el ejemplo emblemático de estas evidencias recogidas por la EPA sea el del informe sobre la contaminación de acuíferos de Pavillion, Wyoming, en el que se recoge una conclusión casi segura de un origen debido al uso del fracking. Sin embargo, la explotación de Pavillion se realiza a 372 metros de profundidad, muy cerca del acuífero, el cual se encuentra a 244 metros de profundidad. De hecho, la EPA ya ha avisado de que este informe, en fase de borrador, no es concluyente en cuanto a la técnica del fracking en general. Aquí se puede obtener de la EPA toda la información sobre este estudio que aún continua su curso.

A todo el problema de las sustancias empleadas en la mezcla de inyección hay que añadir la opacidad existente en la actualidad con respecto a la composición total de las mezclas. Un informe del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EE.UU. de 2011 revela que muchas de las compañías explotadoras no saben cuál es la composición exacta de la mezcla que utilizan puesto que las empresas proveedoras no la facilitan por cuestiones de secreto empresarial y patentes.

Hasta aquí entiendo que estamos arriesgándonos demasiado sin tener sobre la mesa datos concluyentes sobre una actuación humana que podría tener efectos muy complejos en el medio. Quizá el principio de precaución debiera imperar en este caso por encima de todo en las decisiones políticas, y establecer al menos una demora hasta poder empezar a desarrollar una legislación adecuada que controle el uso del fracking. El establecimiento de la obligatoriedad de realizar una Evaluación de Impacto sin conocer siquiera los posibles impactos del fracking es simplemente absurdo ¿Merece realmente la pena comenzar en Europa a utilizar esta técnica para seguir con un modelo energético basado en combustibles fósiles cuando ya existen alternativas? ¿Realmente daría una mayor autonomía energética respecto al gas natural en Europa?

Hay muchas incógnitas todavía, demasiadas para el tiempo que lleva utilizándose el fracking, como para lanzarse alegremente a avalar como segura esta técnica.